recuerdos

Todo lo aquí expuesto, son los recuerdos vistos con ojos de la infancia. Las imágenes son solo ilustrativas, salvo las que lleven algún tipo de especificación. Deseo que este blog, sirva para evocar también vuestros recuerdos... si así fuera, dejen su comentario y compartámoslo. Gracias.

apuntes 6



Hola! qué días tan ajetreados, ¿verdad?
Estaba pensando que cosa podría regalarles de todo corazón y desde la distancia... y entonces recordé, una receta de jabón de navidad, la abuela hacía una, que regalaba a la medianoche del 24 de diciembre, una costumbre que las tías esperaban, pues era un jabón increíblemente aromático, en épocas, allá por los 50 y tantos en que el jabón no era asociado al perfume.
Busqué esa vieja receta en sus cuadernos, y todo un mundo de ensueño vino a mi mente (y anidó de paso en mi corazón) Pensaba hacer una siestita, aprovechando que la casa está silenciosa y oscurita, acá es verano, y ya hace demasiado calor. En fin, abrí el baúl y me topé con una bola del arbolito, de esas de antes, de vidrio muy finito, sobreviviente del viejo arbolote de navidad de mis abuelos. Y aquí mis recuerdos...
Ya desde el 8 de diciembre, la casa de mis abuelos se "trastornaba". Era el día de trapear, pasar escobas y plumeros por todos los rincones, mientras escuchábamos el estruendoso "Westinghouse" del abuelo, un viejo radio fonógrafo.
Cada año, ese día desde muy temprano, mi abuela trepaba a una escalerilla, hasta el altillo (otro habitáculo que me sorprendía e intimidaba a veces) bajaba entonces con sumo cuidado, una, para mi, enorme caja blanca, además de otros trastos que sacudíamos y volvíamos a poner en su sitio.
Pero esa caja, se quedaba abajo. Era colocada sobre la gran mesa del comedor, y los abuelos y mi tía menor, la rodeábamos en silencio, un largo rato, era el ritual pagano más religioso que se puede imaginar. Yo era pequeñita, y miraba los rostros de todos, complacientes, felices, dispuestos al gran acontecimiento que se avecinaba.
Entonces, despacito, los honores los hacía el abuelo, abría la caja, ¡y yo sentía latir mi corazón tan fuerte!
La abuela ahora rápidamente, traía un mantel tejido, lo estiraba, y para mi era como la capa de un duende, porque veía salir destellos de todos los colores, en las manos de mis abuelos y de mi tía. Pronto las bombillas del arbolito, grandísimas, brillantes, estaban sobre la mesa, junto con metros de luces doradas y rojas. Amí se me permitía solamente tocar algunas, porque eran tan frágiles y yo tan pequeñita...
El rincón del arbolito de navidad, había sido acondicionado para la ocasión, era especial, alli el techo era considerablemente más alto. Claro, mi padre me contó que el día que el abuelo trajo aquel árbol, cuyas ramas eran de pluma teñidas de verde, que le daban un realismo maravilloso, fue todo un desafío "edilicio".
El árbol en cuestión, medía 3 metros de altura (¿qué por qué tan grande hombre? gritaba la abuela)
El árbol viajó quién sabe desde dónde, sobre el techo del auto del abuelo, envuelto en papel marrón, era algo impresionante. Lo depositaron en la galería, y todos, deliberaban sobre los por qué, los cuándo, y por sobre todo, deliberaban sobre los "¿cómo?
Así que la abuela, tomó la decisión drástica, entró a su cocina, salió con una enorme cuchilla, y dijo tranquilamente: "hay que cortarlo".
Y así fue, dice mi padre, lo cortaron a la mitad, y a partir de allí, cada año, debía ser colocado en aquel rincón, unido una vez más en todas sus tres metros de altura...

Volviendo a la mesa con los adornos de navidad. La estrella, roja y blanca, subía junto a mi abuelo por la escalerilla, hasta la punta del árbol, a partir de allí, la tía, la abuela y yo, nos hacíamos cargo de todo lo demás, hasta que el árbol quedaba bien lleno, rebosante de adornos, color, brillo, entonces, yo ayudaba a preparar la nieve.
Bolsas de algodón eran abiertas, hacíamos tiras con él y lo colocábamos sobre cada rama, simulando a la perfección, la nieve que reposa sobre los pinos.
Al final, la abuela se alejaba un poco, y miraba, después de varios retoques, llamaba al abuelo, él instalaba el complicado sistema de luces...
Para entonces, la tía había guardado todo silenciosamente, también silenciosamente, preparaba la mesa para el almuerzo un poco tardío.
Era el momento de la oración.
Bueno, pero yo quería darles la receta del jabón...
Aquí va, no les dije que su ingrediente principal es, el sebo, grasa vacuna.

800 grs. sebo de vaca
800 cc agua de lluvia
112 grs. soda cáustica
80 grs. sal común.

2 cucharadas de cacao amargo en polvo.
2 cucharadas de ac. de almendras dulces
10 gotas de esencia de vainilla.
Una rama de vainilla machacada finamente.

Se hace el jabón, proceso en frío, pero como lo hacía la abuela, usando el agua caliente. Al final, en la traza se le agrega el cacao previamente mezclado con el ac. de almendras dulces, se mezcla muy bien, se le echan las gotas y la rama machacada de vainilla.
Y al molde. La abuela lo hacía con tres meses de anticipación, yo lo he hecho, y les aseguro que pasan los días y el jabón es más oloroso. Buena espuma y bueno para la piel.

3 comentarios:

  1. No conocia tu blog y me ha encantado. No dejes de pasarnos los apuntes de la abuela.
    Es un honor ser la primera seguidora de tu blog.
    FELIZ AÑO NUEVO. Besos

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  2. Me encanta como describes tus vivencias de cuando eras pequeña, yo no las recuerdo tanto. Enhorabuena y sigue deleitandonos.
    Feliz 2010.Besitos.

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  3. Enhorabuena por tu blog, he llegado hasta él por casualidad y estoy encantada con el descubrimiento. Soy española y mi abuela vive en un pueblo, en un lugar donde aun se valora las cosas hechas como toda la vida. Con tus relatos consigues que reviva algunos momentos de mi infancia junto a ella, gracias.

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